«Un 5 de julio, a finales de la década de los ochenta, un hombre entró en un almacén a las seis y media de la mañana. Con el dedo en el bolsillo para simular una pistola, le exigió al cajero que le entregase el dinero de la caja registradora. Tras haber conseguido unos cinco dólares, el hombre volvió al coche y permaneció en él hasta que llegó la policía. Cuando llegó, el hombre joven salió del coche y, otra vez con el dedo en el bolsillo, anunció que tenía una pistola y que se mantuvieran a distancia. Por fortuna, lo detuvieron sin dispararle.
En la comisaría, el oficial que miró su historial, descubrió que había cometido otros seis «atracos a mano armada» en los últimos quince años: ¡Todos ellos a las seis y media de la mañana de un 5 de julio! Al saber que el hombre era un veterano del Vietnam, el policía supuso que el incidente era algo más que una simple coincidencia. Lo trasladaron a un hospital cercano de la Administración de veteranos, donde el doctor Van der Kolk tuvo la oportunidad de hablar con él.
Van der Kolk le preguntó directamente: «¿Qué le ocurrió el día 5 de julio a las seis y media de la mañana?». El hombre también respondió directamente. Mientras estaba en Vietnam, su compañía cayó en una emboscada del Vietcong. Murieron todos excepto él y su amigo, Jim. Era un 4 de julio. Anocheció y los helicópteros no pudieron evacuarlos. Pasaron juntos una noche terrorífica, agazapados en un arrozal y rodeados por el Vietcong. Sobre las tres y media de la madrugada, Jim fue alcanzado en el pecho por una bala del Vietcong; su amigo murió en sus brazos a las seis y media del 5 de julio.
Después de regresar a los Estados Unidos, cada 5 de julio (que no pasó en la cárcel) el hombre representó el aniversario de la muerte de su amigo. En la sesión de terapia con Van der Kolk, el veterano revivió su dolor por la muerte de su amigo. Entonces, estableció la conexión entre la muerte de Jim y la compulsión que sentía por atracar.
Una vez tomó conciencia de sus sentimientos y de que el incidente original era el que impulsaba su compulsión, el hombre fue capaz de dejar de representar este trágico incidente.
¿Cuál era la conexión entre los atracos y la experiencia del Vietnam? Al representar los «atracos», el hombre recreaba el tiroteo que había provocado la muerte de su amigo (y también la de los hombre de su compañía). Al provocar a la policía para que se uniese a la representación, el veterano orquestaba el reparto de personajes necesarios para representar el papel del Vietcong. No quería hacer daño a nadie, por eso utilizaba su dedo en lugar de una pistola. Entonces, llevó la situación a un clímax y pudo conseguir la ayuda que necesitaba para curar sus heridas psíquicas. Después, le fue posible resolver su angustia, su pena y su culpa por la muerte violenta de su amigo y por los horrores de la guerra.»
Levine, P. A., & Frederick, A. (1999). Curar el trauma. Urano. Páginas 187 y 188.